“Tres tsunamis en diez años en Chile: desde la emergencia a la gestión de riesgo de desastres”. Es el nombre de la charla con la que Rodrigo Cienfuegos, director del Centro de Investigación para la Gestión del Riesgo de Desastre (CIGIDEN) y profesor de la Escuela de Ingeniería UC, con la que participó en la actividad organizada por la Asociación de ex becarios de Jica – Perú (APEBEJA) para conmemorar el Día Mundial de la Concienciación sobre Tsunamis.
Durante su exposición –que contó con la participación de aproximadamente ciento cincuenta espectadores conectados desde distintos países a la plataforma ZOOM y redes sociales–, el académico compartió los siguientes aprendizajes a partir de los terremotos y tsunamis del Maule en 2010, Iquique de 2014 y el de Illapel en 2015:
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No olvidar los tsunamis. El experto explicó que como no habíamos tenido un tsunami destructivo desde 1960 –con el terremoto más grande jamás registrado en la historia sísmica del mundo–, el paso del tiempo nos hizo olvidar que siempre estamos expuestos a la amenaza de un tsunami, ya que 50 años después de ese evento se entregó muy poca información.
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El epicentro no es un buen indicador. Para tomar una decisión acertada en torno a las alertas tempranas de tsunami es necesario observar cómo se propaga y cómo se mueve el terremoto, no solo donde se concentró la energía.
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Terremotos de magnitud similar pueden generar tsunamis diferentes. Este fue el caso de Pisuagua en 2014 con una magnitud 8,1 y el Maule en 2010 con una magnitud 8,8, ya que los efectos de un sismo dependen de cómo y dónde se mueva la corteza terrestre.
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Las primeras olas no son las más destructivas. Las olas pueden ir creciendo y los tsunamis pueden estar activos durante muchas horas, con varias olas sucesivas de gran periodo (20 a 30 minutos entre subidas de mar). Hemos observado que la segunda o tercera ola puede ser más destructiva.
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Un tsunami puede ocurrir sin previo recogimiento del mar. El tsunami puede llegar con o sin recogimiento del mar, por lo que no podemos estar mirando el mar para decidir si evacuar o no.
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La energía del terremoto puede quedar atrapada en la orilla del mar. Cuando la energía inicial de un sismo se transmite al océano, genera el tsunami. Esta energía se puede reflejar contra la costa y quedar atrapada en “ondas de orilla”, que se propagan durante varias horas y pueden generar inundaciones y daños.
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La primera alerta es el terremoto. Aunque el tiempo de alerta ha ido disminuyendo con los años, la primera variable que debemos considerar para evacuar es cómo percibimos un sismo, su intensidad y duración. Según las últimas experiencias, la primera ola de un tsunami demoró sólo 10 minutos en llegar, por lo que si un terremoto es muy fuerte y no nos permite mantenernos de pie, debemos alejarnos de la costa y correr a un lugar seguro que esté en altura. A pesar de los últimos avances, los sistemas de alertas tempranas aún no son exactos.