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Hace 29 años, un día lunes 3 de mayo, a las 10:30 de la mañana, fuertes precipitaciones activaron las cuencas en la precordillera en la ciudad de Santiago, provocando que grandes cantidades de barro descendieran a la ciudad e inundando poblaciones y avenidas con un gran impacto en las zonas urbanas. Las calles de la zona sur de la ciudad se volvieron intransitables, se produjo un corte de la ruta 5 sur a la altura del kilómetro 67, el nivel del Río Mapocho aumentó casi veinte veces su caudal y una avalancha de piedras interrumpió la ruta internacional a Mendoza.
Si bien este aluvión se generó a partir de fuertes precipitaciones, también jugó un rol preponderante en este desastre, el que la isoterma 0°C subiera de altura, permitiendo el deshielo de las cotas más altas en la cordillera, aumentando el caudal de las quebradas, facilitando el desplazamiento de sedimentos y material rocoso. De hecho, se estima que una primera ola de sedimentos de casi 300 metros de ancho, se desplazó a una velocidad de 15 kilómetros por hora y siguió el cauce de la quebrada de Macul, provocando desbordes de los canales San Carlos, Las Perdices y el Zanjón de la Aguada. Miles de personas perdieron sus hogares, hubo desaparecidos y muerte de familiares.
El aluvión de la Quebrada de Macul, ubicado entre las comunas de Peñalolén y la Florida en Santiago, fue declarado por ONEMI como una de las peores catástrofes desde la década de 1950. Las cifras son elocuentes: 32.654 mil damnificados, 307 viviendas destruidas, 5.600 viviendas dañadas, 8 desaparecidos, 85 heridos, y la pérdida de 26 vidas humanas. Para mitigar el desastre tuvieron que colaborar personal de Carabineros, la Fuerza Aérea de Chile y Bomberos.
La falta de una alerta temprana aluvional, impidió que las personas pudiesen evacuar oportunamente y develó las deficiencias por parte de las entidades públicas de esa época en relación a planes de emergencia y la falta de información en las personas respecto a este tipo de fenómenos de origen natural, a pesar de vivir a pie de monte.
Gracias al uso de imágenes aéreas y satelitales, hoy los expertos en Gestión del Riesgo de Desastres pueden evaluar las zonas de impacto en caso de aluvión en un tiempo reducido y acceder a zonas que son inaccesibles por la vía terrestre. Asimismo, y utilizando imágenes en alta resolución los investigadores pueden delimitar las zonas geológicas y los sedimentos aluvionales de eventos pasados o prever qué material se podría desplazar en eventos futuros con mayor precisión y exactitud.
Con las imágenes multiespectrales, en tanto, los científicos son capaces de hacer una teledetección de las unidades geológicas y en caso de ocurrir un evento de origen natural como un aluvión, se podrían identificar las zonas de impacto de manera automatizada. La topografía es otra herramienta que utilizan los científicos para identificar las cuencas hidrográficas, las pendientes, orientación de laderas, la morfología de las hoyas hidrográficas y otros aspectos ligado al desarrollo de un aluvión.