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El Desierto de Atacama es una zona hiper árida, dónde el agua está ausente durante mucho tiempo, por lo que no existe vegetación que sea capaz de retener los sedimentos que se pueden generar en caso de un aluvión u otro evento de alta intensidad. En marzo de 2015, Chañaral, Diego de Almagro y El Salado, entre otras localidades se convirtieron en lugares íconos de los desastres socionaturales, luego de que un aluvión bajara violentamente por el río El Salado, arrasara casi con la totalidad de estos pueblos y dividiera Chañaral en dos.
El temporal que afectó al norte de Chile en marzo de 2015, produjo el desborde de diversos ríos debido a las lluvias inusuales en el área, generando las inundaciones más catastróficas que han afectado a la región de Atacama. Además, Chañaral está ubicado en plena desembocadura de una gran cuenca hidrográfica donde tampoco existen obras de mitigación, por lo que el flujo de detritos del aluvión llegó a sus habitantes rápidamente y sin previo aviso.
Más de 30 personas fallecieron y los damnificados superaron los 16 mil tras el aluvión de 2015. Dada la gran velocidad del flujo aluvional, hubo daños en infraestructura crítica como puentes, viviendas, y en edificios que eran relativamente nuevos y caminos. Una inusual combinación de factores climáticos, contribuyó a generar un flujo de agua extremadamente alto en la desembocadura . La acumulación de relaves mineros en la desembocadura del río El Salado en Chañaral, que durante décadas elevó el nivel del terreno, y la construcción de la Ruta 5 Norte sobre estos sedimentos, fueron las principales causas que impidieron la evacuación natural de la crecida del cauce. Esto llevó a que los niveles de agua alcanzaran una altura de 4,5 metros y una velocidad de 8 metros por segundo en la ciudad Chañaral, algo similar al poder destructivo de los grandes tsunamis registrados en el país.
Hoy es imprescindible contar con imágenes aéreas y satelitales que les permita mitigar el riesgo de desastre de manera eficiente. En el caso de un gran evento de precipitación estas imágenes permiten a los expertos hacer un traspaso del volumen de precipitación a un hidrograma, es decir, saber cómo va a crecer el caudal, cuál será su máximo y cómo irá descendiendo en el terreno. También se pueden prever los tiempos de llegada de los caudales aluvionales y la duración total del desastre.
Los científicos de CIGIDEN complementan la información topográfica de alta resolución que otorga SAF (LiDAR) con observaciones en terreno, posterior a la ocurrencia de un desastre. Esto les permite reproducir un modelo y entender qué fue lo que ocurrió a partir de los datos de precipitación, los que entrega el propio terreno y evaluar potenciales escenarios futuros. El objeto de estos modelos es planificar y organizar zonas urbanas para estar más preparados a los desastres de origen natural y generar sistemas de alerta temprana de aluviones para poder gestionar de mejor manera la emergencia.