¿Qué se estudia cuando se analiza la relación entre comunicación y desastres en América Latina? A través del seguimiento de 52 artículos científicos publicados a lo largo de casi dos décadas en 18 revistas académicas latinoamericanas, un grupo de expertos del la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile y del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres, CIGIDEN, publicaron recientemente un análisis llamado Desbordar el enfoque Comunicación y Desastre en Latinoamérica.
A partir de esta indagación, los investigadores identificaron cómo la respuesta a la pregunta entre la relación de comunicación y desastre, varía de acuerdo a marcos teóricos y metodológicos (y a las relaciones que se dan entre ambos), así como a los enfoques temporales y espaciales desarrollados. “Para realizar el análisis leímos los artículos, los codificamos utilizando una matriz ad hoc y y desarrollamos un análisis de las macro-proposiciones que emergieron. Esto nos posibilitó generar un estado del arte de las relaciones entre comunicación y desastres en Latinoamérica”, explica Karla Palma, investigadora CIGIDEN y académica de FCEI.
De acuerdo al equipo de expertos de la Universidad de Chile –Karla Palma, Claudio Salina, Hans Stange, y Moisés Valenzuela–, el estudio se propuso indagar respecto del camino recorrido en América Latina en comunicación y desastres, en los últimos veinte años, debido a que es en estas décadas cuando comienzan a aparecer los primeros artículos en la temática publicados en el continente.
Ciclo del desastre
“Después de analizar las 52 publicaciones, se observa en general que la investigación sobre el tema es todavía escasa –en el caso de las revistas de comunicación –y no existe un país donde se publique notoriamente más y de forma permanente. Por lo mismo, las investigaciones aumentan en número ante la ocurrencia de un desastre. En suma, se puede inferir que la preocupación investigativa no responde a una tendencia marcada en la región, sino más bien a motivaciones y focos editoriales específicos que dan a entender que la investigación en comunicación no se enfoca en el ciclo completo del desastre, sino en el momento en que se produce la crisis”, explica Karla Palma.
En coherencia con lo anterior, los investigadores encontraron que 27 de los 52 artículos tienen un enfoque contingente, es decir, se refieren a desastres específicos y acotados, lo que coincide con la distribución temática y la tendencia hacia la cobertura de casos. Solo 14 textos, tienen un enfoque histórico, lo que se expresa en un abordaje con una perspectiva diacrónica de los desastres (extendidos en el tiempo e inscritos en procesos sociales de largo plazo) y corresponden, en su mayoría, a trabajos de carácter ensayístico que enfatizan los temas de gestión del riesgo y el discurso sobre el cambio climático.
Con respecto a conceptualización del desastre, el estudio mostró que existe una diversidad de afirmaciones reducidas a 12 macroproposiciones del tipo “la acción humana provoca alteraciones negativas en la naturaleza”, “el modelo económico occidental no es sostenible”, “nuestra concepción de la naturaleza es cultural”, “los desastres implican imprevisibilidad e incertidumbre”, “los desastres solo son tales desde la perspectiva humana”, “los medios influyen en la decisión acerca de si algo es un desastre” y la “vulneración del ambiente reproduce las vulnerabilidades sociales”, entre otros.
Carácter mediocéntrico

Respecto de las conclusiones principales, el equipo investigador rescató que la definición de comunicación, usualmente, se asienta en una perspectiva instrumental, que la entiende principalmente como emisión de mensajes. Consistente con lo anterior, identificaron que mayoritariamente el enfoque es de carácter mediocéntrico. Es decir, no se piensa a la comunicación como constitutiva de los fenómenos, sino más bien como un actor de segundo orden.
A juicio de la doctora Karla Palma, la mayoría de los trabajos conceptualiza la comunicación –aunque no siempre de forma clara– adoptando una perspectiva instrumental. “Los medios, en tanto, se consideran la mayor fuente de información ante un desastre (y centrales para la discusión pública), tienen la capacidad de producir, reproducir o cambiar conductas colectivas, que pueden resultar funcionales o no a la gestión de la emergencia. Como por ejemplo, en la reducción o amplificación de la percepción del riesgo o la incertidumbre, generar actitudes preventivas o conciencia colectiva sobre los problemas ambientales, etc.”, complementa la experta.
La investigación concluyó que los estudios son en su mayoría de medios, los que son percibidos como actores de “segundo orden”, es decir, como aquellos que tienen participación una vez que ya han entrado en conflicto instituciones, empresas y/o comunidades, o bien, una vez que ha ocurrido el desastre. Es en este papel subsidiario, argumenta la investigadora CIGIDEN, se evalúa su rol o desempeño a nivel informativo en la gestión de la emergencia, como también el discurso que hacen circular, en vez de comprender los desastres desde enfoques sistémicos de los riesgos.
“En definitiva, agrega Karla Palma, la mirada sistémica no es incorporada en la investigación que se hace sobre comunicación y desastres en Latinoamérica, lo que provoca dispersión conceptual y una aproximación que surge principalmente en el momento específico de la crisis, de la coyuntura, siempre bajo una dinámica casuística y eventual. Casi nunca con una mirada sistémica y compleja de todo el circuito que comprenden las relaciones entre comunicaciones y desastres”.