¡Queremos ver niñas que puedan ser lo que ellas quieran!
En retrospectiva de su infancia la investigadora y académica UC, Magdalena Gil Ureta nos cuenta que la ciencia ha sido siempre una manera de habitar el mundo. Su madre doctora en Fisicoquímica y su padre doctor en Química Orgánica –ambos profesores de la USACH– le permitieron crecer preguntándose sobre el mundo, la naturaleza y la tecnología. “Mis padres viajaban mucho, porque eran invitados a varias universidades y lo encontraba genial. Luego yo me dediqué a la investigación y también comencé a viajar; allí me encontré con hermosas pero también duras experiencias como mujer investigadora”, confiesa.
Magdalena, doctora en sociología de la Columbia University y especialista en sociología del desastre, asegura que hoy al hacer clases en la universidad ha podido comprender los esfuerzos y sacrificios que su madre. “Yo hoy tengo muchísimas más facilidades que ella, sin embargo es muy difícil a veces. Hoy en día queremos ver niñas que puedan ser lo que ellas quieran: bombera, astronauta, científica, ingeniera…, pero si deciden ser madres se les juzgará y vendrán las preguntas culposas, las mismas que me hacen cuando viajo por investigaciones: ¿no extrañas a los peques cuando viajas? ¿y cómo lo haces con tus hijos? ¡Estoy segura que a los hombres nadie les pregunta eso! Es decir, nos dicen ‘puedes ser lo que quieras mi amor, pero no seas de esas que dejan a los niños cinco días para poder ir a un congreso’ ”, plantea la socióloga.
Integrar la vida personal y familiar con el desafío de investigar
Los procesos de la naturaleza, la astronomía, las ciencias de la tierra fueron los temas que desde niña inspiraron a Carolina Martínez, hoy doctora en geografía de la Universidad de Barcelona y académica UC. La investigadora ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de la costa, los humedales y la antropización. “Las ciencias de la Tierra fueron una gran inspiración, en especial el volcanismo, la geología y oceanografía. Por suerte me encontré con una carrera que incluía todos estos elementos: la geografía. Mi carrera no ha dejado nunca de maravillarme con la variedad de formas que hay de aportar no solo al conocimiento sino al bienestar del ser humano”, sostiene Carolina.
Reconoce que ha sido una gran experiencia estar en el camino de conocimiento, pero compleja en la práctica. “Hay poca facilidad para integrar la vida personal y familiar con el desafío de investigar, que ocupa gran parte del tiempo cuando debes hacer largos terrenos, viajes o desarrollar una tesis. Es cierto que ello ha cambiado en el tiempo, pero aún no tenemos el camino despejado de obstáculos, porque aún queda mucho por hacer dentro de las estructuras sociales. Como mujer investigadora, debes ser más perseverante y comprometida con los objetivos para poder equilibrar el desarrollo profesional y personal”, destaca la geógrafa.
Desde mi experiencia como mujer e indígena y mi mirada interseccional
“No sé si de niña me imaginé algún día trabajar en investigación, lo que sí recuerdo es que me gustaba leer y explorar. Creo que allí nació todo”, confiesa la investigadora Karla Palma Millanao, Doctora en Comunicación de la Universidad de Illinois y periodista UFRO. Según la experta, al trabajar en proyectos sociales y medio ambientales, comprendió el poder de la investigación: “Era necesario aportar desde otras miradas y perspectivas, desde los territorios, las comunidades, desde los conflictos socioambientales, desde mi experiencia como mujer e indígena y mi mirada interseccional, con todas las dificultades que eso conlleva”.
A juicio de Karla, ni la academia ni la ciencia están exentos de las desigualdades que vien las mujeres en la sociedad. “Hay un desafío constante de no tener que masculinizarnos en este ambiente para poder tomar la palabra en reuniones, para liderar grupos, para ser oídas y respetadas por tus pares hombres. La realidad que se vive fuera –esa brechas entre hombres y mujeres– se replica también en todos los espacios”, plantea la investigadora.
¡Agradezco a las mujeres que vinieron antes de mi!
“Crecí con un gran respeto por las ciencias y su capacidad para mejorar y salvar vidas, porque mi padre y mi madre eran médicos, aunque no soñaba con ser científica. En el colegio prefería las humanidades por sobre las matemáticas, física y biología. Creo que tenía una visión muy acotada de lo que era la ciencia: el único tipo de científico que me imaginaba era el de alguien con un delantal blanco sosteniendo una pipeta. Pero de pronto mi definición de las ciencias se expandió”, recuerda Valentina Carrero, arquitecta de la Universidad de Berlín y candidata al Doctorado en Políticas Públicas de la Universidad de Hong Kong.
Valentina cuenta que mientras estudiaba arquitectura se interesó más en los procesos políticos y sociales que conforman el ambiente. Su encuentro con las teorías feministas de la ciencia fueron aún más influyentes «porque insisten en el valor del saber científico mientras desafían la noción de que ese conocimiento es objetivo y absoluto. Como resultado, mi relación con la ciencia se hizo más crítica, pero también más cercana y, aunque no es un secreto que la ciencia sigue siendo ‘un club de chicos’, por suerte mi experiencia ha sido mayormente positiva, algo que agradezco a las mujeres que vinieron antes de mí y que lucharon para ser incluidas y tomadas en serio”, plantea la investigadora.
Hay contextos en los que las mujeres estamos más vulnerables
La antropóloga Leila Juzam Pucheu, Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de California, comenta que cuando niña miraba la ciencia con admiración: “Tuve la suerte de crecer en una familia que me incentivó a confiar en mis capacidades y mi sueño era convertirme en una connotada investigadora de las ciencias biológicas. Sabía que las ciencias hacían un aporte significativo a la sociedad y quería ser parte de eso. Con el transcurso de los años mis intereses mutaron hacia las humanidades y las ciencias sociales y seguí el camino de la antropología”.
En su casa siempre escuchó de antropología por su papá y una prima antropóloga «¡podría decir que ellos me inspiraron!», asegura. “De esta disciplina me llamó la atención la posibilidad de poder aprender a través de otras culturas y grupos humanos, y más aún, que este conocimiento generado a partir de la investigación se pudiera utilizar de manera práctica. Pero el trabajo de campo puede ser delicado en algunas ocasiones para una mujer. Hay contextos en los que las mujeres estamos más vulnerables y al trabajar en terreno hay que tomar distintos resguardos. Eso quita libertad a la hora de elegir temas y lugares de investigación o implica más esfuerzos”, añade Leila.
Los hombres siguen liderando los espacios
“No recuerdo haber jugado particularmente a ser doctor como otros niños, pero sí recuerdo haber jugado con mi hermana a ser ‘científica loca’, con cables y muñecas. Me maravillaba la naturaleza, los fenómenos naturales, el universo, el espacio, planetas y estrellas, pero no tenía modelos cercanos de mujeres científicas, mi familia es reducida y si bien mi madre es enfermera, muchas de sus amigas no trabajaba fuera de casa”, dice Paula Navarrete, ingeniera civil UC.
La estudiante de CIGIDEN señala que no recuerda haber cuestionado alguna vez su capacidad de estudiar y dedicarse a la investigación científica, pero asegura que si no hubiese mostrado afinidad por las matemáticas quizá no me habría sentido lo suficientemente motivada para ingresar al rubro. Paula sostiene que “si bien en ocasiones me sentí subestimada por profesores o compañeros durante el pregrado, la experiencia en el trabajo investigativo ha sido muy diferente. Lo que sí ha sido bastante impactante, es que tanto en mis grupos de estudio o trabajo en la universidad o en equipos de investigación, se encuentran conformados casi completamente por hombres”.
Investigación que tiene impacto en la sociedad
“Mi papá siempre estaba explicándome cosas, cómo funcionaban, por qué sucedían, y siendo adolescente me encantaban las matemáticas, entonces siempre tuve afinidad con la ciencia”, rememora Alejandra Gubler Labayou, ingeniera civil y Magíster en Ciencias de la Ingeniería Civil-Obras marítimas de la USM.
La investigadora afirma que siempre le gustaron las áreas de investigación que tienen impacto en la sociedad: “Como vivimos en un país con tantas amenazas y sentimos tan cerca los riesgos de desastres, me di cuenta que la investigación en mi caso en particular en en tsunamis, podría ser un gran porte para instituciones y por ende a la sociedad. Así que en ello he desarrollado mi trabajo. Afortunadamente mi experiencia en el mundo de la ciencia ha sido buena. He trabajado con excelentes personas que siempre han valorado mi trabajo y mi opinión”.
El desafío pasa por compartir responsabilidades
“Personalmente, cuenta Paula Aguirre Aparicio, doctora en astrofísica, ingeniera civil mecánica y académica UC, nunca tuve dilemas con el hecho de ser mujer, probablemente porque mi familia está compuesta de muchas mujeres profesionales y nunca hubo duda de que todas podíamos y teníamos que estudiar cualquier cosa (que nos permitiera ser independientes y autosuficientes). Por otro lado, además de Astronomía estudie también Ingeniería Civil Mecánica y aunque era casi la única mujer de mi generación no lo vi como un problema”.
Pero el hecho de tener hijos significa algunas limitaciones prácticas, plantea Paula. “Por ejemplo, en astronomía habría sido más difícil pasar largas temporadas de observación en un telescopio, no porque no pudiera coordinarlo o no tuviera con quién dejar a los niños, sino porque realmente lo pasaría mal, pero creo que eso aplica en cualquier carrera y no solo en la ciencia. El desafío pasa por compartir responsabilidades y no de elegir una u otra profesión. Por otra parte, la vida de científica, si bien es demandante, permite también cierta flexibilidad y es posible acomodar horarios y sistemas de trabajo a las demandas familiares”, asegura la científica.